A veces las personas, los paisajes, las cosas llegan a uno, de forma inesperada. Son una bella sorpresa. Acompañando a tres chilangos( de México df) y a una francesa , apasionados de la aventura y la escalada, me vi de repente serpenteando un camino entre matorrales y arbustos, aquí un endrino, allá un zarzal repleto de moras... y al llegar cuatro cabras rumiando las hojas de un arbusto. Estaban dentro de una ermita rupestre y abandonada, cerca de Arredondo, cerca el río Asón, enfrente un monte, parecía el Porracolina.
Luego supe que era la ermita de San Juan . En Socueva. Rincón desconocido en rutas turísticas, el lugar respiraba paz, sólo cuatro pajarillos revoloteaban ajenos a todo . El " rito" de la escalada, en este lugar era tranquilo: escalar, descansar, comer algo, escalar, descansar, charlar un rato. Y así todo el tiempo. Sin ninguna prisa. Decía Josep Pla que las personas inteligentes, equilibradas y razonables que había tratado, no le dieron jamás la impresión de tener prisa. Yo observaba a aquellos chiflados de la escalada. Y se lo tomaban todo con mucha calma. Fueron días de descubrir, personas y paisajes. Quizás a través de ello, también me estaba descubriendo a mi misma. Qué felicidad comer una manzana sentada en una tapia y enfrente el monte, el aire en la cara. Y el tiempo se detiene. ¿ Sólo unas largas horas? Suficiente.